Un
año más, y van cinco, la localidad soriana de Martialay recibió a
los visitantes que acudieron para ver trabajar a las encajeras, unas
ochenta bolilleras (y un bolillero) que se habían dado cita y
mostraban sus primores. Provistas de sus mundillos, salen de sus
manos, en combinación con alfileres, hilos solos o mezclados con
metales preciosos, y alambres, piezas de delicada artesanía, como
pendientes, colgantes, o sencillamente interminables metros de encaje
para adornar sábanas, vestidos, manteles...
Junto
a estas artesanas, los puestos, habituales en este tipo de eventos,
ofrecían pan y productos de bollería; miel y derivados; bisutería
y otras gollerías, y labores.
La
jornada estuvo animada por un joven grupo de gaiteros, por vídeos y
música de M-Audiovisuales y, finalmente, por el grupo de sevillanas
de la Academia de Ólvega.
Como
cada año, en la planta primera del edificio multiusos, podía
visitarse una exposición de labores donde predominaban,
fundamentalmente, las realizadas con bolillos.
Podía
controlarse el gusanillo del hambre, tras haber dado un buen paseo
por cualquiera de las verdes y floridas veredas que salen del pueblo,
con los platillos colocados estratégicamente, unos con chorizo a la
brasa y torreznos, y otros con dulces.
Un
trabajo, este de organizar la jornada festiva año tras año, que
requiere del esfuerzo de todos los vecinos y, por supuesto, de su
generosidad. Sólo así es posible seguir adelante en esta provincia
y, al menos, frenar una sangría que parece irreversible. Pero
mientras pueblos como esos que nos gusta visitar, Martialay entre
ellos, sigan unidos y trabajen juntos, nos gusta pensar que todavía
queda esperanza.
Podéis leer los artículos sobre los anteriores Encuentros aquí: