En un momento de nuestra historia reciente, en el que los políticos (y ser alcalde lo es) están tan mal valorados, es necesario fijarse en algunos de estos hombres o mujeres que, desinteresadamente, trabajan por sus pueblos con toda la devoción posible.
Estoy pasando el verano en Quintana Redonda, y de vez en cuando me desplazo a pueblos, mas bien pequeños, para dar charlas por encargo de la Fundación Científica de la Caja Rural. Veo el esfuerzo de estos alcaldes y algunos concejales a lo largo del año, y especialmente en verano. Luchan por conseguir actividades atractivas para que los que se marcharon vuelvan un año tras otro y para que los vecinos sigan viviendo en sus pueblos. Se esfuerzan para que los establecimientos, si los hay, puedan salir adelante y no cierren; para que su patrimonio sea vistoso y agradable; para que las fiestas atraigan al mayor número posible de visitantes.
Estos esfuerzos no son vistos como tales por muchos estantes y veraneantes, sino como un divertimento incluso para quien los organiza. Nada más lejos de la realidad. Cualquier evento, por pequeño que sea, lleva añadido un gran trabajo de días, e incluso meses, que se consume en unas pocas horas.
He escuchado a personas, demasiadas, que se permiten el lujo de despachar con tres palabras despectivas todo ese trabajo, confundiendo el derecho a opinar con la mala uva.
Hace unos días el Ayuntamiento de Quintana Redonda, con Juan Manuel Valero a la cabeza, organizó una carrera popular en la que participaron más de doscientas personas, un ejemplo de buen hacer y de perfecta organización. Días después hizo algo parecido el Ayuntamiento de Alconaba. Hace tres días estuve en Cihuela y pude comprobar el esfuerzo de Gerardo, el alcalde, y de la Asociación San Roque, por llevar la cultura a un pueblo alejado de cualquier centro mínimamente importante de la provincia. Compruebo cada otoño el trabajo de los vecinos de la comarca de San Pedro Manrique, quienes, generosos y alegres, dan a conocer lo mejor de sus costumbres y su vida de antaño.
Porque donde los ayuntamientos no llegan, lo hacen las asociaciones, de las que es ejemplo la de Amigos de Sarnago, con José María Carrascosa al frente.
Es de justicia agradecer a estas personas un esfuerzo que va acompañado con la merma de su propio patrimonio. Una generosidad curiosamente incomprendida por algunos, sin que ello merme el empuje de estas personas que siguen adelante haciendo lo que creen que deben, en favor de sus pueblos y de sus convecinos.
Estoy pasando el verano en Quintana Redonda, y de vez en cuando me desplazo a pueblos, mas bien pequeños, para dar charlas por encargo de la Fundación Científica de la Caja Rural. Veo el esfuerzo de estos alcaldes y algunos concejales a lo largo del año, y especialmente en verano. Luchan por conseguir actividades atractivas para que los que se marcharon vuelvan un año tras otro y para que los vecinos sigan viviendo en sus pueblos. Se esfuerzan para que los establecimientos, si los hay, puedan salir adelante y no cierren; para que su patrimonio sea vistoso y agradable; para que las fiestas atraigan al mayor número posible de visitantes.
Estos esfuerzos no son vistos como tales por muchos estantes y veraneantes, sino como un divertimento incluso para quien los organiza. Nada más lejos de la realidad. Cualquier evento, por pequeño que sea, lleva añadido un gran trabajo de días, e incluso meses, que se consume en unas pocas horas.
He escuchado a personas, demasiadas, que se permiten el lujo de despachar con tres palabras despectivas todo ese trabajo, confundiendo el derecho a opinar con la mala uva.
Hace unos días el Ayuntamiento de Quintana Redonda, con Juan Manuel Valero a la cabeza, organizó una carrera popular en la que participaron más de doscientas personas, un ejemplo de buen hacer y de perfecta organización. Días después hizo algo parecido el Ayuntamiento de Alconaba. Hace tres días estuve en Cihuela y pude comprobar el esfuerzo de Gerardo, el alcalde, y de la Asociación San Roque, por llevar la cultura a un pueblo alejado de cualquier centro mínimamente importante de la provincia. Compruebo cada otoño el trabajo de los vecinos de la comarca de San Pedro Manrique, quienes, generosos y alegres, dan a conocer lo mejor de sus costumbres y su vida de antaño.
Porque donde los ayuntamientos no llegan, lo hacen las asociaciones, de las que es ejemplo la de Amigos de Sarnago, con José María Carrascosa al frente.
Es de justicia agradecer a estas personas un esfuerzo que va acompañado con la merma de su propio patrimonio. Una generosidad curiosamente incomprendida por algunos, sin que ello merme el empuje de estas personas que siguen adelante haciendo lo que creen que deben, en favor de sus pueblos y de sus convecinos.