Cuando
escribo sobre la matanza, me gusta añadir “del cerdo”, porque quienes no están
familiarizados con el mundo rural es posible que se escandalicen, y más en
tiempos tan convulsos como los que vivimos, donde se mezcla la pazguatería con
lo progre, y algunos se escandalizan de igual manera e idéntica intensidad, por
la matanza del guarro como por el rapto de doscientas niñas.
Wesley
Brunson, norteamericano de Minneapolis, en el Estado de Minnesota, antropólogo,
ha entendido bien la esencia de sus conocimientos adquiridos en la Universidad
de Lovaina, donde le debieron enseñar, ya en el primer año, que un antropólogo
ha de sumergirse e investigar todo rito que se le presente, aunque éste sea
cruel.
Dispuestos
como siempre estamos a diseccionarlo todo, el acto de la matanza del cucho ha
sido, también, analizado desde todos los puntos de vista posibles. ¿Es un
sacrificio?, sí, ya que el Diccionario de la Real Academia le da a este
concepto la definición de “Matanza de animales, especialmente para el consumo” y
también el de “Ofrenda a una deidad en señal de homenaje y expiación”. Sacrificar
viene a significar “Hacer sagradas las cosas”. ¿Es un rito?, también. En el
mismo diccionario leemos para rito “Costumbre o ceremonia”. Además, los ritos propiciatorios llevan implícito, o
explícito, el sacrificio, y éste, como tal ofrenda, contiene bastante crueldad.
Otra
forma de analizar la matanza del cochino es desde el punto de vista de la
religión. Se mataba, y se hacía públicamente, para así demostrar que se era cristiano
viejo. Ya sabemos que durante siglos lo de la limpieza de sangre estuvo muy
arraigado en la sociedad, especialmente porque lo que se jugaban era el
pellejo, no del cerdo, sino el propio.
Hace
ya siglos, desde que la Santa Inquisición ocupó el lugar que le correspondía,
ninguno, para el mundo rural de toda España, la matanza del cerdo es un acto
tan natural como plantar ajos en el huerto. Ya que, tanto los productos
chacineros como los ajos, sirven para alimentarse. O sea, que desde este punto
de vista, la matanza familiar de animal tan generoso se ha practicado, y en
parte se sigue haciendo, para conseguir parte de las proteínas necesarias que
se distribuirán a lo largo del año y, especialmente, en los meses de verano,
cuando la actividad agrícola es más intensa. Ni más, ni menos. A esto se une el
placer de reunir a toda la familia alrededor del sacrificio y posterior
elaboración, y la generosidad, pues parte del cucho será repartido en lo que en
el mundo rural se llamó presentes de la
matanza.
La familia
del Virrey Palafox, de El Burgo de Osma, hace cuarenta años que se dedica a dar
a conocer este rito, la primera parte de él, el sacrificio concretamente. Y lo
hace, como antaño, públicamente. Son las populares Jornadas de la Matanza del
Virrey que han ido creciendo hasta convertirse en la fiesta más universal que
se da en las tierras de Soria.
Es más
que cochinos, uno de sus eslóganes. Y, pese a eso, el acto central no ha
quedado desvirtuado, perdido entre la variedad de actos que lo rodean, sigue
siendo el principal. Durante tres meses, la villa episcopal y las de alrededor,
se ven animadas por festejos, siempre relacionados con el cerdo. Armando
García, maragato, miembro de la familia Soto, propietarios del Virrey, un
hombre de mucho carisma, ha creado lo que podríamos denominar, ¿por qué no?, un
enorme paquete turístico, pero con sentido, que comenzó, hace ya algunos años,
con la puesta en marcha de un museo dedicado al cerdo, donde se puede encontrar
desde la historia del animalito, pasando por la bibliografía sobre el tema,
pinturas relacionadas, esculturas y auténticas obras de arte. A esto se unen
concursos relacionados con el marrano, encierro de cochinos y torneos medievales
(este año, en marzo, con sorpresa).
Armando,
siempre atento a todo aquello que se relacione con su actividad principal, vio
en la llegada, el pasado año, a El Burgo, del antropólogo Wesley Brunson, la
ocasión de ayudarle en el estudio de la matanza del cerdo para su tesis, a la
vez que le daba conocer y aprovechaba el conocimiento del joven (¡es muy
joven!), añadiéndolo a este rito tan castellano. Wesley pasó entre nosotros
unos meses, volvió a Lovaina, redactó su tesis, y ha vuelto este año. El
jueves, día 15, dio una conferencia en el Casino de Soria, con el título de “El
cerdo y el antropólogo”, que repitió al día siguiente en El Burgo de Osma.
Este
año, las Jornadas de la Matanza del Virrey fueron inauguradas el sábado, día
17. Jesús Ángel Cintora, periodista nacido en Ágreda, encargado de dirigir un
programa en la Cuatro televisión, fue el encargado de dar el pregón inaugural y
no le tembló la voz en las numerosas alusiones a la corrupción, tan apropiadas
por los diferentes nombres que se le dan al cerdo, extrapolables al mundo de la
política. El año pasado lo hizo quien fuera presidente de la comunidad de
Cantabria, Miguel Ángel Revilla, también presente, junto con muchas otras
personalidades del mundo de Periodismo y la Cultura. Pocos políticos, o casi ninguno,
salvo el alcalde de El Burgo y presidente de la Diputación de Soria, Antonio
Pardo, quien estaba a título de matancero de honor.
Y
matancero de honor, entre otros, fue nombrado Wesley Brunson, quien recibió el
blusón y el diploma emocionado, en presencia de sus padres, llegados exprofeso
para la ocasión desde la lejana Minneapolis.
Y qué
decir del pantagruélico banquete que tuvo lugar en el Salón de los Diezmos,
recién modelado. Un dicho popular ilustra de que Tres días hay en el año/que se llena bien la panza:/Nochebuena,
Nochevieja/y el día de la matanza. Pues así son las Matanzas del Virrey,
más de veinte platillos, por lo que recomendamos comenzar a comer poco a poco
para que se puedan probar todo aquello que nos van colocando en la mesa.