Quintana Redonda.
Rebollo de Duero
Fuego
purificador, ofrenda a las divinidades, remembranzas antiquísimas, simplemente
juego, o todo junto, el caso es que las lumbres, hogueras o luminarias, es un
rito tan viejo como la humanidad, cristianizado en su momento, no el hecho en
sí de encender una hoguera, si no la dedicación de ese fuego. Aquellas que
hacían honor al solsticio de invierno, se convirtieron en homenajes por ejemplo
a la Candelaria (2 de febrero), San Blas (3 de febrero), o Santa Águeda (5 de
febrero).
En
el mundo rural (hay que fijarse bien en que ritos y costumbres surgieron, se
practicaron y perviven gracias al mundo rural), muchos pueblos aprovechan la
celebración del patrón para encender una hoguera, en realidad la excusa para
reunirse alrededor de ella.
Son
muchos los pueblos de Soria que prenden, o prendían, fuego a los leños en
invierno: Tajahuerce, Tardajos de Duero, Muro, Pinilla del Campo, Puebla de
Eca, Navaleno, y muchos más, en Nochebuena o Navidad. En Fuentes de Magaña lo hacían
por Santa Bárbara.
Raimundo
Lozano Vellosillo relata, en su “Rueda de Sucedidos”, (Los cuadernos de la
señora Rufina. Soria Edita, 2005), el significado de la hoguera en su pueblo,
Torrubia de Soria, por Santa Bárbara:
“Las chicas en la plaza Mayor y los chicos en
el juego de pelota. La leña de encina “y algún tronco de chopo despedazado y
seco”. Se preparaba después de la misa. Iban de casa en casa: “tío Juan, tío
Pedro, tía Luisa, leña para Santa Bárbara”. Se preparaba la leña pero no se
prendía la hoguera. “Bien comidos y satisfechos, se empezaba a prenderle fuego.
¡Qué emocionante aquello, qué alborozo! La blancura de la nieve por tejados,
por árboles y por el suelo, más el chisporroteo de las llamas por lo alto,
espantaban a palomas y pájaros. También las gallinas y gallos que parecían
asustados con tanta algarabía. A la hoguera acudíamos todos, hombres y mujeres,
y a coro cantábamos aquella cantiga en forma de sonsonete: Santa Bárbara
bendita,/Santa Bárbara que truena,/no apedrees las cosechas/estén malas o estén
buenas. (…). Acabadas las llamas, en el rescoldo se echaban las patatas para
asar. Y los embutidos. Había quién, disimuladamente, echaba sal sobre los
tizones, y se producía un chisporroteo como si estuviésemos en el principio de
una guerrilla. Y qué ricas estaban las patatas y qué ricos aquellos chorizos
mezclados con ceniza. Sin llamas ya, saltábamos por el rescoldo, con vivas a
Santa Bárbara y los versos de ripio escritos por no se sabía quién. Acabada la
merienda, se apagaba la hoguera. Con nieve, no era difícil eliminar aquellas
ascuas que refulgían entre un montón de ceniza”.
Rebollo de Duero. Cortando la leña.
En
Villarraso (Revista El Espino, agosto 2003). Florentino Carrascosa Marín relata
de esta forma el rito de la hoguera: “El 20 de enero, los chicos y chicas de la
escuela nevase, lloviese, hiciese frío o calor, en el recreo y al salir de
clase íbamos a pedir y buscar leña por las casas y la llevábamos a las plaza,
por la tarde los mozos hacían un buen montón y alrededor de las 8 se le prendía
fuego con gran jolgorio de todo el pueblo, sobre todo los que habíamos
colaborado en la recogida de la leña, había baile y chocolate”.
San
Antón fue, y es, uno de los días más propicios para hacer luminarias: Magaña,
Las Casas, Santa María de Huerta, Pedrajas de San Esteban, Gallinero y tantos
otros. En Jaén, nuestra tierra, era este también el día elegido para “Las
lumbres de San Antón”. Allí se quemaba lo viejo, que las mujeres (siempre las
mujeres) iban guardando a lo largo del año “para las lumbres”. Cada barrio
tenía la suya. Eran temibles aquellas luminarias, por lo extensas y lo altas.
En Jaén y sus pueblos, alrededor de las hogueras, se bailaban y cantaban los
melenchones:
Por un beso de tu
boca
diera yo la catedral
y el jardín de los
Naranjos
y el Palacio
Provincial.
Con este novio
que tengo ahora,
le doy la lata al
otro
y el tonto llora.
En
Soria y sus pueblos era frecuente, también, encender luminarias por Carnaval:
Recuerda, Pedraja, Quintanilla de Nuño Pedro, Peñalba de San Esteban (en los
picos Magazos o “tetas de la Reina”). San Juan, otra fecha que algunos
denominan mágica, pero que en realidad no es otra que el solsticio de verano:
Somaén, por ejemplo, y qué decir que no esté ya dicho de la hoguera de San
Pedro Manrique y el “paso del fuego”.
Tiburcio
Romero, de Castilfrío, con motivo de nuestras preguntas para “Soria, pueblo a
pueblo”, nos dijo que las hogueras se hacían a primero de mayo, con leña de
espino. El último día de abril los mozos subían al monte con merienda y bota,
luego subían las mozas y merendaban. Las mozas bajaban un fajo cada una y se
dejaba en la plaza. A las nueve se les prendía fuego, baile hasta la madrugada.
Se hacía con motivo de la fiesta del Hecce-Homo, por lo que al día siguiente
los mozos corrían para ser los primero en tocar el campanillo de la ermita del
santo.
Quintana Redonda. Niños ante la hoguera con roscas de San Blas
En
pleno verano en Sotillo del Rincón, el 30 de agosto, en honor de San Ramón
Nonato, las mujeres embarazadas pagaban la misa y contribuían a la lumbre con
un cesto roto. Bailaban alrededor de la hoguera mientras los cestos se
consumían, para que el santo les diera un parto feliz.
Si
nos fijamos en las fechas de las luminarias, muchas coinciden con las que los
estudiosos de los celtas denominaron Sahmain (al principio de noviembre),
Inbolc (los primeros días de febrero), Beltaine (primeros días de mayo), y
Lugnasad (principio de agosto). Naturalmente no existe documentación que
sostenga estos estudios, pero la tradición oral sigue siendo (y lo será para
las próximas generaciones) una fuente muy valiosa.
Apoyándonos
en este calendario celta podríamos decir que las lumbres que han tenido lugar
estos días, siglos atrás, se hubieran hecho en honor a Inbolc, o de la
fertilidad, o de la esperanza de unos días con más luz. Pero, aquí y ahora, las
dos hogueras que hemos visitado estos días se han hecho, una en honor a San
Ildefonso, en Rebollo, y la otra de Santa Águeda, en Quintana Redonda.
Rebollo
de Duero es un pueblo de la campiña adnamantina, que perteneció a la antigua
Comunidad de Villa y Tierra de Berlanga, limpio, cómodo y con casas bien rehabilitadas,
por donde discurre, lento y majestuoso, el río Duero. Su magnífica dehesa
sustenta árboles muy antiguos (dicen que algunos milenarios), y notables según
el catálogo referente a la provincia de Soria. Son fresnos, majuelos y espinos,
entre los más venerables. San Ildefonso es su patrón, y aunque su día es el 20
de enero, han trasladado la luminaria al sábado más cercano para facilitar la
reunión de sus vecinos, dispersos por otros pueblos. Octavio Yagüe es el habitante
dinamizador de este pueblo que conoció tiempos mejores; él construye cada año
un hermoso Belén que puede verse en la iglesia y se ocupa de que las
costumbres, ritos y tradiciones no se pierdan para siempre.
La
pira en Rebollo se hace con leña de fresno y es motivo para que todos sus
habitantes y aquellos que un día lo fueron, se reúnan alrededor de ella para
cenar en comunidad los productos sorianos que se han encargado de cocinar los
vecinos en sus casas, tal vez por adra o reo vecino, o quizá por la buena
voluntad y ganas de colaborar de cada cual.
Fue
Quintana Redonda pueblo resinero y ceramista. Discurre por su término el río
Izana y forma, junto a otros pueblos, la Mancomunidad del Río Izana. Ellos
hacen coincidir la hoguera con Santa Águeda, festividad de “las Águedas”, el
día en que las mujeres sostienen la vara de mando y, simbólicamente, lo
ejercen, vestidas con trajes regionales. Tiene Quintana, en la plaza donde hace
unos años se levantaba el viejo frontón, un espacio destinado a la hoguera,
bien delimitado, para evitar fuego descontrolado. La leña es de pino, aunque se
mezcla otras maderas viejas y secas para que arda mejor. Mantienen el día
aunque no sea festivo, y eso no evita que familias enteras saquen ascuas y
coloquen sobre ellas las viandas para comer entre pan y buen trago de vino. Se
acercan hasta Quintana muchos vecinos de Las Cuevas. Son los covachos o
cuevinos gentes entusiastas, muy participativas, conscientes de que proceden de
un pueblo con historia antigua, mantiene muy bien sus tradiciones, acoge a
otras foráneas, y anima toda la comarca con variados e interesantes ritos.
Días
de luminarias, de embobarse ante el fuego que quisieron mostrarnos como algo
terrible, colocándolo en el infierno, y no es otra cosa que uno de los cuatro
elementos que hacen posible la vida.
1 comentario:
Este interesante artículo es todo un tratado de etnología. Costumbres antiquísimas que, como bien dice la autora, la Iglesia las llevó a su terreno. Menos mal que gracias al empuje de las pocas gentes que todavía aguantan en el mundo rural aún conservemos este rico patrimonio cultural. Las nuevas generaciones deberían conocerlas y divulgarlas en los colegios, aunque suene a utópico. Al menos, que nuestros políticos las dejen en paz -dejad en paz al mundo rural, como bien reza otro artículo de por aquí- aunque mejor será no mentar la bicha, no vaya a ser que, so pretexto del peligro de fuego o algo parecido, les dé por suprimirlas. Sobre tradiciones antañonas, que se anden con cuidado los paisanos de Medinaceli con su Toro Jubilo.
Publicar un comentario