Manuel Castelló, en Sarnago, entre Boni Pérez y Pepe Sanz
El compositor de música y director de orquesta Manuel Castelló Rizo ha fijado de nuevo sus ojos en las Tierras Altas de Soria, para componer música. El alicantino de Agost, casado con una soriana, y unido a estas tierras por un cariño incondicional, dará a conocer esta obra el día 9 de marzo, a las doce de la mañana, en Monforte del Cid, municipio alicantino próximo al suyo de nacimiento, al que le unen, según el propio compositor, lazos de profunda amistad.
Son
ya muchas las obras que Manuel Castelló ha dedicado a Soria y su provincia,
entre ellas la musicalización de unos poemas de Bernabé Herrero. Pero son las
Tierras Altas aquellas que más le han cautivado, como nos ha sucedido a tantos
otros. Este hombre afable y entrañable, generoso donde los haya, dejará para la
posteridad un legado musical como nunca se haya hecho. Si muchos nos hemos
ocupado en plasmar sensaciones y emociones en forma de literatura, poesía y
pintura, muy pocos, excepción hecha de los autores de las canciones
sanjuaneras, se había ocupado de un arte tan esencial como la Música. Castelló
lleva años haciéndolo, los reconocimientos han sido pocos, aunque desde luego
tiene los de los pueblos donde se ha inspirado que son, al fin y a la postre,
los más importantes, aquellos que de verdad llegan al corazón. Los políticos
pasan, el pueblo permanece.
En
esta ocasión, el maestro Castelló ha dedicado esta obra a José María Carrascosa
e Isabel Goig. Estoy segura de hablar también por boca de José Mari si digo
que, tanto él como yo, nos sentimos profundamente honrados por la generosidad
de este compositor, y recibimos la dedicación con la alegría que él se merece. Sin
falsa modestia. Tener amigos como él es una distinción.
DOBLE CONCIERTO EN SI BEMOL “In modo antiquo”.
Para cuerno de caza en si bemol agudo y trompeta, con acompañamiento de orquesta
Obra
escrita en modo antiguo, como se indica en el subtítulo, inspirada en la
comarca de Tierras Altas de Soria, allí “Donde la vieja Castilla se acaba”.
Tanto su concepción, temas, giros melódicos, harmonías… pertenecen a tiempos
pretéritos sin descartar algún que otro atisbo delatando que la obra está
escrita por un músico actual en el siglo
XXI.
I.- “En
Diustes” (Vocalización). Después de visitar la villa medieval de Yanguas, su
castillo, su camino celtibérico (posteriormente calzada romana que unía
Numancia con Calahorra), la iglesia de
santa María y torre de san Miguel ambos góticos, preñados todos de historia, enfilo el camino
con destino a otro de los pueblos de la Sierra, “Santa Cruz de Yanguas”.
Por
una estrecha carretera que apenas cabía el coche voy atravesando barrancos y
cerros, pueblos totalmente abandonados envueltos en zarzas y maleza que les
hacía casi invisibles desde la carretera. En una de las innumerables curvas,
siempre cuesta arriba, me encuentro con un inmenso rastrojal, allí en barbecho había
una llanada inmensa cuyos trigos habían sido segados; estábamos a mediados de
Septiembre. Grandes montones de paja apilados delataban que la cosecha había
sido buenísima; aquí y allá montones apilados de madera de roble, haya y
encina, los árboles autóctonos de la zona; también grandes troncos de madera de
pino, chopo y álamo apilados y limpios, dispuestos para ser transportados a las
madereras para su posterior transformación en muebles, enseres o pasta de
papel. De repente, se acaba la carretera asfaltada y me encuentro con un riachuelo flanqueado
por grandes álamos y de los bordes del camino vuelan infinidad de jilgueros,
nunca había visto tantos en la provincia de Soria. Los árboles del monte
cercano con sus otoñales hojas poseían un policromado apabullante, rojos,
amarillos ocres… y el riachuelo cantando a mi izquierda, un cartel me anuncia “DIUSTES”
estaba a 1200 m. de altitud y esperaba encontrarme con un núcleo habitado, pero
no fue así, el pueblo estaba casi deshabitado, sólo cinco personas lo
habitaban, no obstante poseía una bella iglesia gótica. A la salida del pueblo
un estrecho puente romano me anuncia que ya no se podía circular puesto que
seguía la misma senda celtibérica que había dejado 8 kilómetros atrás en
Yanguas. Bajé del automóvil y me recreé en el entorno, aquel rojo que veía en
las hojas de los árboles era un inmenso hayedo, no pensé encontrarme con tanta
belleza en lugares tan inhóspitos, quedé anonadado y me prometí intentar
plasmarlo en el pentagrama. Regresé sobre mis pasos al lugar de origen y enfilé
otra ruta para llegar a Santa Cruz de Yanguas, por Villar del Río.
Las
vocalizaciones del cuerno de caza quieren reflejar aquella belleza natural,
pura, salvaje de Diustes y su hayedo.
II.-
“Marcha” (Por el camino de los yangüeses). Es un tiempo de marcha inspirada en
ese camino que atravesaba las tierras de Castilla tantas veces hollado por los carreteros yangüeses y que es citado por Cervantes en el
Quijote.
Diustes
III.
– “Entre el Linares y el Cidacos” (Evocación). Es un tema romántico inspirado
en la recreación de la sierra por donde nacen y discurren los dos ríos castellanos
Linares y Cidacos, que se convierten en riojanos vertiendo sus aguas en el Ebro
después de regar las fértiles huertas de Arnedo y Calahorra (la Calagurris
romana). Con esta romántica “Evocación” recuerdo a modo de homenaje a cuantos
como un servidor, han paseado caminos, sendas y veredas y aman “La Sierra del
Alba”, a ellos: Pepe Sanz (rapsoda), César Sanz (fotógrafo), Avelino Hernández
(literato), Isabel Goig (escritora), José Mari Carrascosa (incombustible
trabajador por la sierra) y tantos otros que bregan a diario por que la sierra
no quede totalmente abandonada. Esas personas totalmente anónimas, pero
imprescindibles, que sería harto complicado enumerar.
IV.
– “La Montería” (Por la sierra de la Alcarama). En este tiempo recreo una
jornada de caza por la sierra entre Sarnago y San Pedro Manrique. Allí entre
robles, encinas, jaras, zarzas, enebros, pinares y acebos corren galgos y
mastines persiguiendo sin tregua a corzos, jabalíes y venados, seguidos por cazadores
y alentados por los toques característicos de los cuernos de caza.
La
obra está dedicada a mis amigos Isabel Goig y José María Carrascosa dos grandes
enamorados de la “Sierra del Alba”, de sus pueblos, usos y costumbres.
Manuel Castelló
Manuel Castelló
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