domingo, 23 de febrero de 2014

Noviercas, años cincuenta

Alfonso García recordando viejos tiempos
Fotos: Leonor Lahoz

Con el Moncayo avizor, Noviercas y sus 179 habitantes según el último censo, reciben a sus gentes y a los que arriban a visitarles, con una calidez que contrarresta el frío lanzado por la cumbre nevada del monte más alto del Sistema Ibérico.
La atalaya altomedieval, el recuerdo de Bécquer y Casta, la mole de la iglesia, la leyenda de los Infantes de Lara, las lagunas, las numerosas ermitas, las piedras enormes en jambas y dinteles, las columnas del pórtico del Ayuntamiento, todo habla de una grandeza que, poco a poco, va difuminándose en el tiempo. Conscientes de ellos, los noviercanos han creado una asociación cultural, “Nueva elevada”, con la pretensión de conservar lo que todavía queda y de revivir aquello que pueda seguir perdiéndose.
Vestido a la usanza de aquellos años
Una de esas actividades, etnografía y recuerdo, tuvo lugar el pasado sábado, día 22 de febrero. Se trataba de rememorar una fiesta de quintos, tal y como se hacía en los años cincuenta. Los quintos eran los mozos que ya estaban avisados para irse a servir a la Patria, servicio militar, o vulgo mili, que por aquel entonces podía llegar a durar hasta tres años en la vida de un joven de veintiuno. Se trataba pues de un trance duro y fundamental en la vida de los hombres. Así que no resulta raro que lo celebraran entre el temor a la ausencia y la curiosidad por saber qué les iba a deparar esta larga ausencia, en ocasiones a muchos kilómetros de distancia del pueblo y, por lo tanto, de la familia, los amigos y la novia, si la tenía.
A rondar a las mozas
La primera celebración que los mozos, ya quintos, habían celebrado unos años antes, era la entrada a mozo, que tenía lugar entre los 14 y los 16 años, según lugares. Esta entrada a mozo, que debían pagar a modo de impuesto festivo, ya en dinero, ya en vino, era más esperanzadora que la fiesta de los quintos.
En el lavadero bailando.
Alfonso García, de 89 años, el más viejo del pueblo como dice él mismo, aunque viven mujeres de más edad, nos explicó que en los años cuarenta, cuando él entró en quintas, eran trece los jóvenes en la misma situación. Como era costumbre, fueron los encargados de organizar las fiestas de Carnaval. El Jueves Lardero iban por las casas pidiendo para los quintos –la gallofa es el nombre que le dan en muchos lugares de Soria- y debían estar atentas las mujeres para que no se extraviara alguna vuelta de chorizo de la despensa o alguna gallina del corral, todo ello en plan festivo y sin consecuencias. Hasta el lunes disfrutaban los quintos de unos días que tardarían tres años en volver a celebrarlos. El lunes acudían con la rondalla hasta el lavadero, donde mujeres y mozas lavaban la ropa, para rondarlas y echar unos bailes.
El viejo lavadero.
Y estas costumbres, condensadas en una tarde, fueron las que revivieron los noviercanos el pasado sábado. Todos iban vestidos como hace más de sesenta años: calzones de pana, albarcas algunos y boinas para ellos. Vestidos por la media pierna, chales de ganchillo y pañuelos en la cabeza para ellas. Tirantes para los niños, y unos zancos que en la época, ante la falta de recursos económicos, se hacían con latas de conserva atravesadas por una cuerda. Encendieron una luminaria en la plaza, rondaron con canciones de la época en las que abundaban –como en toda la provincia- las jotas y bajaron hasta el gran lavadero cara al sol, donde las mujeres lavaban como antes, con jabón hecho en casa y tal vez en Noviercas también blanquearan con ceniza colada, para rondarlas y requerirlas de bailes.
Pidiendo para los quintos.
Después, recorrieron el pueblo pidiendo a las mujeres, las guardianas de todo lo doméstico, las viandas para los quintos. Fueron generosas, llenaron el carro y los quintos colocaban un papel donde se podía leer “Pagó”. Después, las ascuas sirvieron para asar lo crudo y calentar las tortillas que habían sido regaladas.
Nadie se escapaba de pagar la gallofa.
Seguro que la fiesta seguiría hasta bien entrada la noche. Estas demostraciones deberían repetirse y hacerlo con la verosimilitud de la fiesta de quintos de Noviercas. Resulta emocionante, cuando se hace bien como es el caso, revivir aquellos años de los que sólo conocemos por aquello que nos cuentan.




 José Félix con los zancos nuevos de tiempos viejos hechos por él.

El maestro Castelló dedica otra obra a las Tierras Altas de Soria

Manuel Castelló, en Sarnago, entre Boni Pérez y Pepe Sanz

El compositor de música y director de orquesta Manuel Castelló Rizo ha fijado de nuevo sus ojos en las Tierras Altas de Soria, para componer música. El alicantino de Agost, casado con una soriana, y unido a estas tierras por un cariño incondicional, dará a conocer esta obra el día 9 de marzo, a las doce de la mañana, en Monforte del Cid, municipio alicantino próximo al suyo de nacimiento, al que le unen, según el propio compositor, lazos de profunda amistad.
Son ya muchas las obras que Manuel Castelló ha dedicado a Soria y su provincia, entre ellas la musicalización de unos poemas de Bernabé Herrero. Pero son las Tierras Altas aquellas que más le han cautivado, como nos ha sucedido a tantos otros. Este hombre afable y entrañable, generoso donde los haya, dejará para la posteridad un legado musical como nunca se haya hecho. Si muchos nos hemos ocupado en plasmar sensaciones y emociones en forma de literatura, poesía y pintura, muy pocos, excepción hecha de los autores de las canciones sanjuaneras, se había ocupado de un arte tan esencial como la Música. Castelló lleva años haciéndolo, los reconocimientos han sido pocos, aunque desde luego tiene los de los pueblos donde se ha inspirado que son, al fin y a la postre, los más importantes, aquellos que de verdad llegan al corazón. Los políticos pasan, el pueblo permanece.
En esta ocasión, el maestro Castelló ha dedicado esta obra a José María Carrascosa e Isabel Goig. Estoy segura de hablar también por boca de José Mari si digo que, tanto él como yo, nos sentimos profundamente honrados por la generosidad de este compositor, y recibimos la dedicación con la alegría que él se merece. Sin falsa modestia. Tener amigos como él es una distinción.
Isabel Goig
El río Linares a su paso por Cornago

DOBLE CONCIERTO EN SI BEMOL “In modo antiquo”.                                     
Para cuerno de caza en si bemol agudo y trompeta, con acompañamiento de orquesta

Obra escrita en modo antiguo, como se indica en el subtítulo, inspirada en la comarca de Tierras Altas de Soria, allí “Donde la vieja Castilla se acaba”. Tanto su concepción, temas, giros melódicos, harmonías… pertenecen a tiempos pretéritos sin descartar algún que otro atisbo delatando que la obra está escrita por un músico actual  en el siglo XXI.
I.- “En Diustes” (Vocalización). Después de visitar la villa medieval de Yanguas, su castillo, su camino celtibérico (posteriormente calzada romana que unía Numancia con Calahorra), la iglesia  de santa María y torre de san Miguel ambos góticos,  preñados todos de historia, enfilo el camino con destino a otro de los pueblos de la Sierra, “Santa Cruz de Yanguas”.
Por una estrecha carretera que apenas cabía el coche voy atravesando barrancos y cerros, pueblos totalmente abandonados envueltos en zarzas y maleza que les hacía casi invisibles desde la carretera. En una de las innumerables curvas, siempre cuesta arriba, me encuentro con un inmenso rastrojal, allí en barbecho había una llanada inmensa cuyos trigos habían sido segados; estábamos a mediados de Septiembre. Grandes montones de paja apilados delataban que la cosecha había sido buenísima; aquí y allá montones apilados de madera de roble, haya y encina, los árboles autóctonos de la zona; también grandes troncos de madera de pino, chopo y álamo apilados y limpios, dispuestos para ser transportados a las madereras para su posterior transformación en muebles, enseres o pasta de papel. De repente, se acaba la carretera asfaltada  y me encuentro con un riachuelo flanqueado por grandes álamos y de los bordes del camino vuelan infinidad de jilgueros, nunca había visto tantos en la provincia de Soria. Los árboles del monte cercano con sus otoñales hojas poseían un policromado apabullante, rojos, amarillos ocres… y el riachuelo cantando a mi izquierda, un cartel me anuncia “DIUSTES” estaba a 1200 m. de altitud y esperaba encontrarme con un núcleo habitado, pero no fue así, el pueblo estaba casi deshabitado, sólo cinco personas lo habitaban, no obstante poseía una bella iglesia gótica. A la salida del pueblo un estrecho puente romano me anuncia que ya no se podía circular puesto que seguía la misma senda celtibérica que había dejado 8 kilómetros atrás en Yanguas. Bajé del automóvil y me recreé en el entorno, aquel rojo que veía en las hojas de los árboles era un inmenso hayedo, no pensé encontrarme con tanta belleza en lugares tan inhóspitos, quedé anonadado y me prometí intentar plasmarlo en el pentagrama. Regresé sobre mis pasos al lugar de origen y enfilé otra ruta para llegar a Santa Cruz de Yanguas, por Villar del Río.
Las vocalizaciones del cuerno de caza quieren reflejar aquella belleza natural, pura, salvaje de Diustes y su hayedo.
II.- “Marcha” (Por el camino de los yangüeses). Es un tiempo de marcha inspirada en ese camino que atravesaba las tierras de Castilla tantas  veces hollado por los carreteros  yangüeses y que es citado por Cervantes en el Quijote.    
  Diustes
III. – “Entre el Linares y el Cidacos” (Evocación). Es un tema romántico inspirado en la recreación de la sierra por donde nacen y discurren los dos ríos castellanos Linares y Cidacos, que se convierten en riojanos vertiendo sus aguas en el Ebro después de regar las fértiles huertas de Arnedo y Calahorra (la Calagurris romana). Con esta romántica “Evocación” recuerdo a modo de homenaje a cuantos como un servidor, han paseado caminos, sendas y veredas y aman “La Sierra del Alba”, a ellos: Pepe Sanz (rapsoda), César Sanz (fotógrafo), Avelino Hernández (literato), Isabel Goig (escritora), José Mari Carrascosa (incombustible trabajador por la sierra) y tantos otros que bregan a diario por que la sierra no quede totalmente abandonada. Esas personas totalmente anónimas, pero imprescindibles, que sería harto complicado enumerar.        
IV. – “La Montería” (Por la sierra de la Alcarama). En este tiempo recreo una jornada de caza por la sierra entre Sarnago y San Pedro Manrique. Allí entre robles, encinas, jaras, zarzas, enebros, pinares y acebos corren galgos y mastines persiguiendo sin tregua a corzos, jabalíes y venados, seguidos por cazadores y alentados por los toques característicos de los cuernos de caza.
La obra está dedicada a mis amigos Isabel Goig y José María Carrascosa dos grandes enamorados de la “Sierra del Alba”, de sus pueblos, usos y costumbres. 
Manuel Castelló

jueves, 20 de febrero de 2014

Serranía Celtibérica

Oncala desde el Puerto. Cien habitantes con sus tres anejos
El Proyecto Serranía Celtibérica está dirigido por Francisco Burillo Mozota, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel. Está compuesto por 30 investigadores de diferentes universidades e instituciones. A este proyecto se han unidos asociaciones y plataformas que luchan, en la medida de sus posibilidades, para que este espacio, ya empobrecido y con una densidad de población que no alcanza los ocho habitantes por kilómetro cuadrado, se recupere.

El espacio Serranía Celtibérica agrupa, en mayor o menos superficie, las provincias de Soria y Teruel (en su totalidad); Guadalajara (salvo la franja limítrofe con Madrid); Cuenca (salvo la zona Sur); Castellón (una franja del Oeste provincial); Zaragoza (salvo el NE); la mitad de la provincia de Burgos; La Rioja (su zona Sur, limítrofe con Soria y Burgos); y Segovia (una pequeña franja del NE).



Sarnago, en la Sierra de la Alcarama. Siete habitantes.
Manifiesto: Serranía Celtibérica (España)
La investigación arqueológica ha permitido visibilizar la entidad de la Serranía Celtibérica. Con una extensión de 63.098 km2 (doble que Bélgica), tiene censada una población de 487.417 habitantes y una densidad de 7,72 hab. por km2. De sus 1.263 municipios, 556 tienen menos de 100 habitantes, cuando en el resto de España hay 514. Presenta una situación de despoblación extrema, acentuada desde los años 60, momento en el que los polos de desarrollo se ubicaron en otros territorios, potenciando la emigración. No debe extrañar que en su seno hayan surgido los movimientos sociales más importantes de España: Teruel ExisteSoria YaLa Otra GuadalajaraLa Plataforma Cívica de CuencaAl Jiloca ya le Toca, etc.

La Serranía Celtibérica comparte con la Zona Ártica de los Países Escandinavos la mayor despoblación de la Unión Europea. Pero nuestra situación es más crítica que la de Laponia. Las extremas condiciones de frio de Laponia han dado lugar a que la población se concentre en los fiordos y existan medidas especiales para los habitantes de su interior. Sin embargo, la Serranía Celtibérica es un territorio desestructurado, sin cohesión interna, con un patrimonio degradadocon la mayor tasa de envejecimiento de la UE y con los índices de natalidad más bajos, por lo que está biológicamente muerta y condenada a su desaparición.

Cañicera, en el Sur provincial. Cuatro habitantes.
En la Baja Edad Media fue zona fronteriza entre los reinos de Castilla y Aragón. Esta condición de frontera ha perdurado, en cierto sentido, hasta la actualidad. La Serranía Celtibérica es zona interior y, a su vez, zona periférica de las Comunidades Autónomas de Aragón, Castilla La Mancha, Castilla y León, Comunidad Valenciana y La Rioja, en cuyas capitales residen los centros de poder político y económico.
Sin embargo, hace algo más de dos mil años la situación era muy distinta. La Celtiberia tenía una entidad cultural propia; y sus centros políticos y económicos estaban situados en las múltiples ciudades estado de su territorio. Una de ellas, Segeda, alcanzó el mayor tamaño del Norte de Hispania. Roma la trató como igual al declararle la guerra en el año 154 a.C., adelantó la elección de los cónsules del 15 de marzo al 1 de enero, motivo por el cual nuestro calendario comienza en esta fecha. Roma desplazó 30.000 hombres; los segedenses, aliándose con los numantinos, reclutaron 25.000; y el 23 de agosto, día de Vulcano, les derrotaron. Poco después, los romanos vencieron a los celtíberos; pero su avance fue lento: Numancia tardó veinte años en caer.
Ha llegado la hora de volver a unir nuestras fuerzas para detener el mayor “etnocidio silencioso” de la Unión Europea. Quienes vivimos en la Serranía Celtibérica y nos resistimos a abandonarla pedimos:
Al Gobierno Español y a los Gobiernos Autónomos que reconozcan la peculiar entidad territorial de la Serranía Celtibérica. Que, ante su crítica situación, apliquen la discriminación positiva y tomen medidas efectivas, no paliativas, en materia económica, fiscal y de infraestructuras, y que anulen las “fronteras” educativas y sanitarias. Que los fondos que destinan en materia de despoblación y envejecimiento se inviertan de forma finalista en los territorios despoblados.
A la Unión Europea que tenga en cuenta su condición periférica y fronteriza y aplique las medidas legisladas en materia de montaña, ruralidad y despoblación. Que ubique en la Serranía Celtibérica el Centro de la UE de Documentación e Investigación del Desarrollo Rural.
A la UNESCO que reconozca el Patrimonio Cultural de la Celtiberia como Patrimonio de la Humanidad (estuvo en su lista indicativa desde 1998 al 2006).
Peñalcázar. Sureste provincial. Deshabitado.
Necesitamos medidas efectivas de “repoblación”, que supongan la explotación sostenible de sus recursos, la promoción nacional e internacional de la riqueza potencial de la Serranía Celtibérica, de su patrimonio natural y cultural, de sus productos agroalimentarios, artesanales, gastronómicos y turísticos. ¡Y las necesitamos con extremada urgencia! Por que no hay nada más triste y desolador, para la mayoría de nuestros municipios, que vivir en el vacío de sus calles en invierno, en la soledad de un pueblo sin niños, rodeado de casas que se van hundiendo, y a más de una hora de coche de cualquier servicio.
(Manifiesto desarrollado por el Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural y el Proyecto I+D+i: HAR2012-36549. “Segeda y la Serranía Celtibérica: de la investigación interdisciplinar al desarrollo de un territorio”, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y los fondos FEDER, en el que participan 30 investigadores dirigidos por Francisco Burillo-Mozota, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel. Véase el documento: Serranía Celtibérica (España). Un Proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo)
Taniñe. Sierra de la Alcarama. Tres habitantes

Un Instituto de Investigación para dar soluciones

“El grupo de investigación de la Serranía Celtibérica, unido a otros investigadores, van a constituir de forma inmediata el Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural con sede en el Campus de Teruel. En la fase previa ha elaborado un documento Serranía Celtibérica (España). Un Proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo, donde se demuestra que cumple los requisitos para que la Unión Europea la reconozca como Región Montañosa, Región Escasamente Poblada y Región Rural Remota. El marco de este Instituto se refleja en la reunión del Consejo de Competitividad para debatir el Programa Horizonte 2020: “Las ciencias sociales y las humanidades se integrarán en los tres pilares principales de Horizonte 2020 y se incluirán como parte integral de las actividades destinadas a solventar todos los retos sociales traspasando los límites en los que se enmarca cada disciplina”. Las estrategias investigadoras también se encuadran en los objetivos establecidos por el Parlamento Europeo en su Reglamento del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), 2014-20: “El FEDER debe contribuir a reducir las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones y el retraso de las regiones menos favorecidas, ... a las regiones que padecen desventajas naturales o demográficas graves.. y de montaña””. Francisco Burillo Mozota. Diario de Teruel, lunes, 17 de febrero de 2014.





jueves, 6 de febrero de 2014

Rebollo de Duero y Quintana Redonda, lumbres de invierno

Quintana Redonda. 

Rebollo de Duero
Fuego purificador, ofrenda a las divinidades, remembranzas antiquísimas, simplemente juego, o todo junto, el caso es que las lumbres, hogueras o luminarias, es un rito tan viejo como la humanidad, cristianizado en su momento, no el hecho en sí de encender una hoguera, si no la dedicación de ese fuego. Aquellas que hacían honor al solsticio de invierno, se convirtieron en homenajes por ejemplo a la Candelaria (2 de febrero), San Blas (3 de febrero), o Santa Águeda (5 de febrero).
En el mundo rural (hay que fijarse bien en que ritos y costumbres surgieron, se practicaron y perviven gracias al mundo rural), muchos pueblos aprovechan la celebración del patrón para encender una hoguera, en realidad la excusa para reunirse alrededor de ella.
Son muchos los pueblos de Soria que prenden, o prendían, fuego a los leños en invierno: Tajahuerce, Tardajos de Duero, Muro, Pinilla del Campo, Puebla de Eca, Navaleno, y muchos más, en Nochebuena o Navidad. En Fuentes de Magaña lo hacían por Santa Bárbara.
Raimundo Lozano Vellosillo relata, en su “Rueda de Sucedidos”, (Los cuadernos de la señora Rufina. Soria Edita, 2005), el significado de la hoguera en su pueblo, Torrubia de Soria, por Santa Bárbara:
 “Las chicas en la plaza Mayor y los chicos en el juego de pelota. La leña de encina “y algún tronco de chopo despedazado y seco”. Se preparaba después de la misa. Iban de casa en casa: “tío Juan, tío Pedro, tía Luisa, leña para Santa Bárbara”. Se preparaba la leña pero no se prendía la hoguera. “Bien comidos y satisfechos, se empezaba a prenderle fuego. ¡Qué emocionante aquello, qué alborozo! La blancura de la nieve por tejados, por árboles y por el suelo, más el chisporroteo de las llamas por lo alto, espantaban a palomas y pájaros. También las gallinas y gallos que parecían asustados con tanta algarabía. A la hoguera acudíamos todos, hombres y mujeres, y a coro cantábamos aquella cantiga en forma de sonsonete: Santa Bárbara bendita,/Santa Bárbara que truena,/no apedrees las cosechas/estén malas o estén buenas. (…). Acabadas las llamas, en el rescoldo se echaban las patatas para asar. Y los embutidos. Había quién, disimuladamente, echaba sal sobre los tizones, y se producía un chisporroteo como si estuviésemos en el principio de una guerrilla. Y qué ricas estaban las patatas y qué ricos aquellos chorizos mezclados con ceniza. Sin llamas ya, saltábamos por el rescoldo, con vivas a Santa Bárbara y los versos de ripio escritos por no se sabía quién. Acabada la merienda, se apagaba la hoguera. Con nieve, no era difícil eliminar aquellas ascuas que refulgían entre un montón de ceniza”.
Rebollo de Duero. Cortando la leña.
En Villarraso (Revista El Espino, agosto 2003). Florentino Carrascosa Marín relata de esta forma el rito de la hoguera: “El 20 de enero, los chicos y chicas de la escuela nevase, lloviese, hiciese frío o calor, en el recreo y al salir de clase íbamos a pedir y buscar leña por las casas y la llevábamos a las plaza, por la tarde los mozos hacían un buen montón y alrededor de las 8 se le prendía fuego con gran jolgorio de todo el pueblo, sobre todo los que habíamos colaborado en la recogida de la leña, había baile y chocolate”.
San Antón fue, y es, uno de los días más propicios para hacer luminarias: Magaña, Las Casas, Santa María de Huerta, Pedrajas de San Esteban, Gallinero y tantos otros. En Jaén, nuestra tierra, era este también el día elegido para “Las lumbres de San Antón”. Allí se quemaba lo viejo, que las mujeres (siempre las mujeres) iban guardando a lo largo del año “para las lumbres”. Cada barrio tenía la suya. Eran temibles aquellas luminarias, por lo extensas y lo altas. En Jaén y sus pueblos, alrededor de las hogueras, se bailaban y cantaban los melenchones:
Por un beso de tu boca
diera yo la catedral
y el jardín de los Naranjos
y el Palacio Provincial.

Con este novio
que tengo ahora,
le doy la lata al otro
y el tonto llora.

En Soria y sus pueblos era frecuente, también, encender luminarias por Carnaval: Recuerda, Pedraja, Quintanilla de Nuño Pedro, Peñalba de San Esteban (en los picos Magazos o “tetas de la Reina”). San Juan, otra fecha que algunos denominan mágica, pero que en realidad no es otra que el solsticio de verano: Somaén, por ejemplo, y qué decir que no esté ya dicho de la hoguera de San Pedro Manrique y el “paso del fuego”.
Tiburcio Romero, de Castilfrío, con motivo de nuestras preguntas para “Soria, pueblo a pueblo”, nos dijo que las hogueras se hacían a primero de mayo, con leña de espino. El último día de abril los mozos subían al monte con merienda y bota, luego subían las mozas y merendaban. Las mozas bajaban un fajo cada una y se dejaba en la plaza. A las nueve se les prendía fuego, baile hasta la madrugada. Se hacía con motivo de la fiesta del Hecce-Homo, por lo que al día siguiente los mozos corrían para ser los primero en tocar el campanillo de la ermita del santo.
Quintana Redonda. Niños ante la hoguera con roscas de San Blas

En pleno verano en Sotillo del Rincón, el 30 de agosto, en honor de San Ramón Nonato, las mujeres embarazadas pagaban la misa y contribuían a la lumbre con un cesto roto. Bailaban alrededor de la hoguera mientras los cestos se consumían, para que el santo les diera un parto feliz.
Si nos fijamos en las fechas de las luminarias, muchas coinciden con las que los estudiosos de los celtas denominaron Sahmain (al principio de noviembre), Inbolc (los primeros días de febrero), Beltaine (primeros días de mayo), y Lugnasad (principio de agosto). Naturalmente no existe documentación que sostenga estos estudios, pero la tradición oral sigue siendo (y lo será para las próximas generaciones) una fuente muy valiosa.
Apoyándonos en este calendario celta podríamos decir que las lumbres que han tenido lugar estos días, siglos atrás, se hubieran hecho en honor a Inbolc, o de la fertilidad, o de la esperanza de unos días con más luz. Pero, aquí y ahora, las dos hogueras que hemos visitado estos días se han hecho, una en honor a San Ildefonso, en Rebollo, y la otra de Santa Águeda, en Quintana Redonda.
Rebollo de Duero es un pueblo de la campiña adnamantina, que perteneció a la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Berlanga,  limpio, cómodo y con casas bien rehabilitadas, por donde discurre, lento y majestuoso, el río Duero. Su magnífica dehesa sustenta árboles muy antiguos (dicen que algunos milenarios), y notables según el catálogo referente a la provincia de Soria. Son fresnos, majuelos y espinos, entre los más venerables. San Ildefonso es su patrón, y aunque su día es el 20 de enero, han trasladado la luminaria al sábado más cercano para facilitar la reunión de sus vecinos, dispersos por otros pueblos. Octavio Yagüe es el habitante dinamizador de este pueblo que conoció tiempos mejores; él construye cada año un hermoso Belén que puede verse en la iglesia y se ocupa de que las costumbres, ritos y tradiciones no se pierdan para siempre.
La pira en Rebollo se hace con leña de fresno y es motivo para que todos sus habitantes y aquellos que un día lo fueron, se reúnan alrededor de ella para cenar en comunidad los productos sorianos que se han encargado de cocinar los vecinos en sus casas, tal vez por adra o reo vecino, o quizá por la buena voluntad y ganas de colaborar de cada cual.
Quintana Redonda. Aprendiendo a pasar el fuego.
Fue Quintana Redonda pueblo resinero y ceramista. Discurre por su término el río Izana y forma, junto a otros pueblos, la Mancomunidad del Río Izana. Ellos hacen coincidir la hoguera con Santa Águeda, festividad de “las Águedas”, el día en que las mujeres sostienen la vara de mando y, simbólicamente, lo ejercen, vestidas con trajes regionales. Tiene Quintana, en la plaza donde hace unos años se levantaba el viejo frontón, un espacio destinado a la hoguera, bien delimitado, para evitar fuego descontrolado. La leña es de pino, aunque se mezcla otras maderas viejas y secas para que arda mejor. Mantienen el día aunque no sea festivo, y eso no evita que familias enteras saquen ascuas y coloquen sobre ellas las viandas para comer entre pan y buen trago de vino. Se acercan hasta Quintana muchos vecinos de Las Cuevas. Son los covachos o cuevinos gentes entusiastas, muy participativas, conscientes de que proceden de un pueblo con historia antigua, mantiene muy bien sus tradiciones, acoge a otras foráneas, y anima toda la comarca con variados e interesantes ritos.
Días de luminarias, de embobarse ante el fuego que quisieron mostrarnos como algo terrible, colocándolo en el infierno, y no es otra cosa que uno de los cuatro elementos que hacen posible la vida.