lunes, 13 de febrero de 2012

Armando, Maestro de Ceremonias


De las Jornadas Rito-Gastronómicas del Virrey Palafox, en El Burgo de Osma, se ha dicho ya casi todo. Verdaderamente, durante los treinta y tantos años que la familia Martínez Soto mantiene este rito, muchas cosas han cambiado en la Villa Episcopal. El antiguo pósito es, desde hace unos años, uno de los lugares donde tienen lugar las pantagruélicas comidas de los asistentes al acto de la matanza del cerdo. Junto al Hospital de San Agustín, otro establecimiento de la familia acoge a los visitantes. Frente a la Catedral, un hermoso edificio con patio columnado sirve para tomar bebidas espirituosas después de la comilona, a la vez que pueden adquirirse recuerdos y productos de la zona. Y, desde hace unos años, un muy curioso museo, el dedicado al cerdo, complementa la oferta turística.
Pero, al margen de estos establecimientos de la familia, El Burgo de Osma se ve, durante los meses del duro invierno soriano, literalmente asaltado por gentes de todos los lugares de España, y fuera de ellos, que acuden a la llamada de estas jornadas. Esto sólo sucede en la Villa Episcopal, no se conoce en otro pueblo de la provincia.
Quienes acuden a las Jornadas de la Matanza, se emplean a fondo en las delicadezas culinarias que sirven con diligencia un nutrido grupo de jóvenes vestidas a la usanza tradicional. No se extrañe el lector por el término empleado, delicadezas, porque lo son, pese a tratarse de un animal tan rústico. Todo es saber hacerlo. Pero antes, han sido ilustrados en la forma y manera de matar a un chancho, socarrarlo, abrirlo en canal, y todo ello acompañado de música tradicional, donde no puede faltar el gaitero de Soria por definición, el maestro Óscar Fernando y su grupo.  Además de todo eso, esas personas recorren los monumentos, compran a los hortelanos de la Vega del Ucero que muestran sus productos, al igual que hace siglos, en los soportales de la calle Mayor, y acuden a las tiendas de recuerdos para llevarse de ellas aquello que más les plazca. No se puede pedir más.
Para que un acto tan fundamental como es la matanza invernal del cerdo, que se ha dado durante siglos en el mundo rural, y que ha abastecido de proteínas a las gentes que lo habitaron, y lo habitan, se haya convertido en lo que es y significa a día de hoy, se necesita mucho virtuosismo, mucha capacidad y mucho sacrificio. Justo, muy justo, es reconocerlo.
De un tiempo a esta parte, un elegante y socarrón maragato se ha unido a la familia y al rito, para ejercer de algo tan difícil como es Maestro de Ceremonias. Se trata de Armando García, convertido en alma de las jornadas, con su blusón de matancero, su medallón al cuello, micrófono en mano, y un saber hacer que augura grandes éxitos, si es que caben más. Incansable, limpia, fija y da esplendor, a lo que se ha convertido en referente mundial de la Villa Episcopal de El Burgo de Osma.