miércoles, 12 de enero de 2011

Las cámaras fotográficas de Antonio Ruiz Vega


Hasta el día 4 de febrero se podrá visitar en el Centro Cultural Gaya Nuño una singular exposición, la de aparatos fotográficos de la colección particular del escritor Antonio Ruiz Vega, con el título de “Las cámaras que hicieron la Historia”.
 Le he pedido a Antonio que me explicara algo de todo aquel arsenal de cámaras y accesorios que se muestran en vitrinas, en las dos salas del Gaya Nuño, acompañado de fotos en blanco y negro, y de carteles alusivos a la muestra. Y Ruiz dixit:
 “La foto analógica ha muerto. Durante 150 años hemos usado sales químicas para fijar imágenes. La llegada de lo digital ha hecho pasar a la historia todo un mundo cargado de resonancias míticas. La cámara analógica ha acompañado al hombre en sus gestas y en sus horas trágicas. También en el día a día de la vida familiar, convirtiéndose en un objeto querido y venerado que a menudo pasaba de padres a hijos.
Hoy aquellos viejos cacharros han perdido su función pero no su poder de evocación ni su “glamour”. Objetos tan precisos como un reloj suizo, todavía nos arrullan con el ronroneo de su autodisparador y nos recuerdan que han sido testigos de lo mejor de nuestras vidas.
Esta exposición, tomando como pretexto las cámaras que hicieron la historia, quiere invitar a un viaje didáctico y nostálgico por el mundo de la fotografía a través de sus aparatos más emblemáticos y significativos. Estamos hablando de técnica, pero no olvidamos la estética. Decía Marinetti que un Rolls era más bello que la Victoria de Samotracia…”.
Consta la muestra de de unas doscientas treinta cámaras –parte de la colección- que el escritor ha ido reuniendo a lo largo de treinta años, representativas de la evolución de la tecnología óptica de los últimos cien años.
El criterio de selección va desde el principio del siglo XX hasta la irrupción de la electrónica en los años setenta, aunque se incluyen algunos aparatos electrónicos que, en su día, supusieron un avance significativo.
La exposición tiene varios ejes de atención que aluden al lema que la motiva.
Por un lado las cámaras que fueron importantes en su tiempo al suponer un avance tecnológico y por el otro las que plasmaron los grandes hechos históricos.
Hay también un homenaje implícito a los aparatos fotográficos que tuvieron un papel protagonista en algunas películas cinematográficas emblemáticas de su época como:

-La ventana indiscreta. (Alfred Hitchcock)
-Blow Up (Michelangelo Antonioni)
-Apocalypse Now (Francis Ford Coppola)
-Bajo el fuego (Roger Spottiswoode)

Así mismo aparecen modelos que, en su momento, protagonizaron acontecimientos históricos como: la Segunda Guerra Mundial, la ascensión al Everest en 1953, la primera salida del hombre al espacio, la guerra de Vietnam, el primer paseo lunar…
Las cámaras están agrupadas por marcas y por modelos: telemétricas, réflex, de fuelle, cajón, biópticas, etc., con secciones especiales dedicadas a las Kodak Retina, Industria Óptica Soviética y soluciones insólitas (cámaras raras).
Se muestran ejemplares de cámaras de gran prestigio como Leica, Linhof, Hasselblad y Bronica. Y algunas prácticamente únicas como la Gamma italiana del año 1947 de la cual sólo se produjeron 700 ejemplares.
Los países más representados son, en este orden: Japón, Alemania y Unión Soviética, aunque también hay cámaras procedentes del Reino Unido, Francia, Italia, Estados Unidos de Norteamérica, Chekoeslovakia, China...
Aparte de los aparatos fotográficos se ofrecen a la curiosidad del público memorabilia de época como telémetros, fotómetros, filtros, accesorios diversos, folletos, anuarios, libros, revistas de varios países, etc. Se trata, entre otras cosas, de un homenaje a la fotografía argéntica (es decir, basada en las sales de plata) que ha fallecido a manos de la tecnología digital.


Le he pedido también al propietario de la colección que me contara alguna anécdota relacionada con esta pasión suya:

“En el pasado tuve que sacrificar algunas cámaras por avatares de la vida cotidiana. Así el IVA (150.000) del primer piso que compré, en 1986, lo pagué con una Sinar F (cámara Suiza de placas), luego he tenido que vender otras como una Speed Graphic que subvencionó el primer contrabajo de mi hija Beltane o mi Zenza Bronica S que pagó la primera guitarra "buena" de mi otra hija Belisana. A veces he hecho buenos negocios, como la Gamma, que la compré en el rastro por unos 40 euros y probablemente vale unos 1500, pero el negocio más redondo y más rápido lo hice en los 80, mientras trabajaba en Radiocadena española, en Madrid. Una mañana, recorriendo bazares cerca de Tirso de Molina vi en un escaparate una Mamiya 645. Entré por curiosidad. El dueño era hindú o pakistaní y se veía que no tenía mucha idea del asunto. Le pregunté cuánto valía la cámara y me dijo que 60.000 pts. Era un precio normal e incluso un poco cara, así que no puse mucho interés. Pero el hombre insistía, se notaba que quería regatear. Poco a poco fue poniendo sobre la mesa más objetivos. En total la cámara venía con cuatro objetivos: el normal, un tele, un angular y un enorme ojo de pez. Cuando lo vi me di cuenta de que la cosa empezaba a ponerse interesante, porque aquel era un objetivo poco visto y sabía que costaba algo así como 700 dólares de la época. Pero yo seguía haciéndome el loco, así que el buen hombre se metió en la trastienda y volvió con otro equipo idéntico al primero más dos motores y otro objetivo suelto. En total había dos cámaras de 6x4,5, con sus visores, motores, mas un total de nueve objetivos originales, con sus estuches. Todo cabía en una enorme maleta de aluminio. Le pregunté de dónde lo había sacado y me dijo que era procedente de una testamentaría, que lo había comprado en un lote de muchas cosas. Eso confirmaba que el hombre tenía poca o ninguna idea. Empezamos a regatear, yo fingiendo desinterés y cuando quise darme cuenta había bajado hasta las 150.000 pts. por todo. Yo no llevaba el dinero encima así que le dejé una señal y me fui. Esa misma mañana conseguí que un amigo me hiciera un préstamo. "¿Por cuánto tiempo?" me preguntó algo preocupado. Y yo le dije que se lo devolvería aquella misma tarde. Volví a Tirso de Molina en taxi y cerré el trato mientras el coche esperaba. El vendedor me dio hasta una factura con todos los requisitos legales. Sin parar el motor nos fuimos a la Ribera de Curtidores donde tiene su negocio fotográfico mi amigo Joaquín Mur (ya se ha jubilado). Le puse sobre el mostrador la mitad de mi compra y tras algunos dimes y diretes conseguí que 150.000 pts. cambiaran de mano. Todavía sobraba un objetivo, un tele de retrato, que le cambié a pelo por un Carl Zeiss Planar 50mm F:1,4 para una Contax que tenía huérfana. Monté de nuevo en el Taxi y regresé al lugar donde vivía entonces a tiempo de devolver las 150.000 a quien que me las había prestado. Sorprendido, me dice: "Al final no ha habido negocio..." Todavía se pasmó más cuando le conté lo sucedido y le enseñé mi tesoro: un equipo completo de 6x4,5 gratis conseguido en unas tres horas de gestión. ¿Hay quien dé más?”.

Sólo nos resta recomendar una visita a la exposición, a poder ser sin prisas, para poder visionar el power que la acompaña. Es la primera vez que se muestra semejante material en Soria, y merece la pena acercarse, si, además, tienen la suerte de que Antonio Ruiz Vega esté en ella, miel sobre hojuelas.

2 comentarios:

Manuel de Soria dijo...

Pues sólo puedo añadir que es una pena que la distancia me haga perderme esta interesante exposición, aunque reconozco ser lego en la materia.
Polifacético Antonio, todo un referente cultural en esta Soria, madastra de sus grandes hombres.

Manuel de Soria dijo...

Madrastra, quería decir en mi anterior comentario. ¡Ay, las prisas!