El culto al fuego, uno de los cuatro elementos, es inherente al hombre. La fascinación que ejerce podría estar relacionada con los beneficios que otorga, tantos como destrucciones. Los celtas hicieron de él verdadero culto, celebrando todas sus fiestas con grandes hogueras. Cuando sus fiestas fueron cristianizadas, las hogueras, luminarias o lumbres, siguieron ocupando lugar preferente.
La luz eléctrica, de la que ahora no podríamos prescindir, es tan reciente que en la historia de la humanidad apenas es relevante en cuanto a su antigüedad, por lo que las hogueras, el fuego casero, era imprescindible en la vida diaria, tanto como ahora pulsar el interruptor.
El fuego, la lumbre, fue imprescindible durante parte de la Edad Media, para combatir las epidemias de peste, único remedio infalible en la época. Tal vez por todo ello, las luminarias nos sigan fascinando.
En Soria concretamente, se encendían, y en algunos pueblos lo siguen haciendo, el día 17 de enero, festividad de San Antón o San Antonio Abad, fecha que se aprovecha para la bendición de los animales. Magaña, Pedrajas de San Esteban, entre otros pueblos, elegían ese día para sus lumbres. Famosas en Andalucía, concretamente en Jaén, son las luminarias de este día, que allí llaman Lumbres, y alrededor de ellas bailan y cantan los melenchones, letras satíricas, mientras se quema madera de muebles viejos.
Otra fecha importante es la de Nochebuena o Navidad, cuando Tajahuerce, Tardajos de Duero, Ucero, Muro, Matute de Almazán, Pinilla del Campo, Pozalmuro, Puebla de Eca, Valdegeña, Soliedra, Navaleno, Matalebreras, Fuentepinilla, y otras, elegían para prender fuego, bien a la leña, aprovechada después para asar viandas y cenar en comunidad, o para elaborar cisco, o sencillamente para contemplar cómo se convierte en cenizas, pero también para quemar trastos viejos, esto solamente si las brasas no se van a utilizar para asar viandas.
Jueves Lardero, víspera de fiestas, o Santa Bárbara, fecha elegida por Quintana Redonda para prender su leña, son también días de calor en el centro de la plaza, en las eras, o delante de las iglesias. En Peñalba de San Esteban, se hacía el Jueves Lardero, en los Picos Magazos o “tetas de la Reina”. Guijosa, Fuentes de Magña, Rello, Torrubia, Quintanilla de Nuño Pedro, Los Villares…
También en verano se encendían hogueras, como en Sotillo del Rincón, pero esas fechas son elegidas en el Levante español para celebrar la festividad de San Juan.
El éxodo sufrido por esta tierra, ha obligado a que se pierdan, no sólo esta, sino la mayoría de las tradiciones. Es necesario que vivan en los pueblos gente joven para que los ritos no se pierdan, o no tan joven, porque la mayoría de las tradiciones que se conservan todavía en esta provincia, la llevan a cabo personas de mediana edad, que se resisten a su pérdida, y las transmiten.
Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en un pueblo distante unos veinte kilómetros de la capital, que podría muy bien servir de modelo para todos los demás, nos referimos a Las Cuevas de Soria. Trasladada del día 17 de enero, la tarde del 15, sábado, prendieron una hermosa lumbre en la Era. Hasta allí, y desde el paraje Valdeláguila, llegaron casi cuatro mil kilos de leña de encina, cortada por Raúl, Toño e Isi. Antes, nos explicaron, eran los niños de la escuela los encargados de pedirla por las casas el mismo día 17 de enero.
Cuando el fuego convierta la madera en brasas, se asarán en ellas chorizos, tocino, y lo que cada cual prefiera. Después, tal vez todavía, practiquen juegos de fuerza, como los que recordaron para nosotras: piola, sacar agua de un pozo, trabajasapos, salto el moro, zapatero, moscón… Todo un mundo que en las Cuevas de Soria se repite, por ejemplo, el segundo domingo de marzo con la elaboración del cisco.
Raquel Mochales, muy amablemente, nos ha cedido sus fotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario