El pasado domingo, 27 de julio, la localidad de Almarza celebró la XIII edición del mercado tradicional, que tiene su origen en el que celebraba los sábados y donde acudían a realizar sus transacciones comerciales los habitantes de los pueblos de alrededor, de la comarca de El Valle, y hasta los pueblos del norte de la Sierra del Alba, según nos contaron en Valloria el año pasado.
A lo largo
del día, el numeroso público que acudió a este hermoso rincón de Soria, pudo
adquirir productos de alimentación y artesanía en los casi cien puestos que
ocupaban el espacio destinado a mercado, pero también, observar a los artesanos
de cantería, barro, forja, pleita, y cestería trabajando en sus oficios a fin
de que todos, mayores y pequeños, pudieran comprender cómo fue el mundo rural
hasta hace apenas cincuenta años.
Niñas danzantes de la provincia hermana
de Burgos, concretamente de Quintanar de la Sierra y Vilviestre del Pinar,
bailaron de manera similar a como lo hacían, y en algunos lo siguen haciendo,
en pueblos de Soria. Se mostró la indumentaria de la época con el asesoramiento
de Esther Vallejo, experta que tiene en su haber publicaciones sobre el tema.
Hubo también corte de troncos y, a lo largo del día, en la planta baja del
Ayuntamiento, una exposición del pintor soriano Luis Alberto Romero.
Un día festivo en todos los sentidos,
que estuvo acompañado de ese sol y calor tan apreciado en las frías tierras de
Soria.
Algunos apuntes sobre Almarza
Se ubica entre las sierras del Alba, Montes Claros y Tabanera, a 1153 metros de altitud. Discurre por su término el río Tera, una vez que el río Arguijo, abundante de caudal a partir de los deshielos, haya dejado en él sus aguas. Abunda la vegetación propia de montaña y destaca, entre ella, parte del acebal de Garagüeta, en el término de Gallinero.
Perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Soria,
Sexmo de Tera. A mediados del siglo XVIII, solamente en Almarza, estaban
censados 108 vecinos que se ocupaban de alrededor de tres mil cabezas de ganado
lanar y trescientas setenta de cabrío. La importancia de Almarza radicaba en
que por su término discurría la Cañada Real Soriana Oriental, y aunque no se
dedicaban sus vecinos a la trashumancia como actividad principal, sus prados
eran utilizados para los rebaños que discurrían, especialmente y para la zona,
de La Póbeda y otras zonas de Tierras Altas. Por los pueblos que en la
actualidad conforman su municipio, tuvieron propiedades nobles como los
Vadillo, Guendulain, Medrano (que acabarían obteniendo el condado de Torrubia
con casa solar en San Gregorio), Vinuesa, y otros, pese a que Almarza fue
siempre de realengo.
Como capital de todo el Valle de Tera, llegó a tener, en
el siglo XVIII, ocho molinos harineros, dos mesones, y “un hospital para el
hospedaje de pobres mendigos transeúntes y amparo y socorro de los que llegan a
él impedidos hasta la traslación a otros lugares”. (Catastro de la Ensenada).
En la actualidad agrupa a los pueblos de Cubo de la
Sierra, Espejo de Tera, Gallinero, Matute de la Sierra, Portelárbol, San Andrés
de Soria, Segoviela, Sepúlveda de la Sierra y Tera. Todos estos pueblos suman
626 habitantes, un tercio de los más de mil ochocientos que sumaban en 1950.
Por esos años cincuenta, y según el censo de industria
conservado en el Archivo Histórico Provincial de Soria, contaba Almarza con dos
molinos con saltos de agua, propiedad de Nemesio Gil. Otro molino, salto de
agua y fábrica de luz, propiedad de Vicente Almarza. Un salto de agua propiedad
de Pedro González. Y un molino de centeno, de Pedro García.
Feriantes, mercaderes y transeúntes podían alojarse en el
parador de Carlos Jiménez, o en cualquiera de las cinco posadas, en las que
figuraban como propietarios Angel Córdoba, Nemesio Gil, Cirilo Muñoz, Vicenta
Gómez y Saturnino Gómez. O en la casa de huéspedes de Anastasia Gil San Martín.
Había también dos tabernas, de Cirilo Muñoz una y la otra
de Luciano Hernández, y un café de Agustín Gil. Dos confiterías, una de la
viuda de Félix Martínez y la otra de Victoriano Larrad. Amasadora y horno de
pan de Benito Marín.
Los oficios registrados en el censo referido, eran los de
hojalatería, Maximino Ruiz. Máquina de afilar tijeras, de Patricio Larrad.
Sastre, Francisco García. Y carpintero, Julio Sanz. Expendedor de huevos. Venta
de mantas, frutas, harinas y gasolina. Almacenes de madera y cereal.
Quincalleros y ultramarinos, en fin, un pueblo donde se abastecían los
habitantes de una extensa e interesante comarca.
De aquellos años, han mantenido el interés por su
historia, que se ve reflejado, tanto en el mercado anual como en las
tradiciones que todavía, año a año, recrean y festejan. El Traslado del Arca,
el día de Reyes. La Romería de los Santos Nuevos, el primer domingo de julio.
La procesión de las hogueras, el Viernes Santo. Mantienen también, en San
Andrés, un magnífico museo etnológico.
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