domingo, 3 de agosto de 2014

Almarza, el mercado de El Valle


El pasado domingo, 27 de julio, la localidad de Almarza celebró la XIII edición del mercado tradicional, que tiene su origen en el que celebraba los sábados y donde acudían a realizar sus transacciones comerciales los habitantes de los pueblos de alrededor, de la comarca de El Valle, y hasta los pueblos del norte de la Sierra del Alba, según nos contaron en Valloria el año pasado.

A lo largo del día, el numeroso público que acudió a este hermoso rincón de Soria, pudo adquirir productos de alimentación y artesanía en los casi cien puestos que ocupaban el espacio destinado a mercado, pero también, observar a los artesanos de cantería, barro, forja, pleita, y cestería trabajando en sus oficios a fin de que todos, mayores y pequeños, pudieran comprender cómo fue el mundo rural hasta hace apenas cincuenta años.
Niñas danzantes de la provincia hermana de Burgos, concretamente de Quintanar de la Sierra y Vilviestre del Pinar, bailaron de manera similar a como lo hacían, y en algunos lo siguen haciendo, en pueblos de Soria. Se mostró la indumentaria de la época con el asesoramiento de Esther Vallejo, experta que tiene en su haber publicaciones sobre el tema. Hubo también corte de troncos y, a lo largo del día, en la planta baja del Ayuntamiento, una exposición del pintor soriano Luis Alberto Romero.

Un día festivo en todos los sentidos, que estuvo acompañado de ese sol y calor tan apreciado en las frías tierras de Soria.
Algunos apuntes sobre Almarza

Se ubica entre las sierras del Alba, Montes Claros y Tabanera, a 1153 metros de altitud. Discurre por su término el río Tera, una vez que el río Arguijo, abundante de caudal a partir de los deshielos, haya dejado en él sus aguas. Abunda la vegetación propia de montaña y destaca, entre ella, parte del acebal de Garagüeta, en el término de Gallinero.
Perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Soria, Sexmo de Tera. A mediados del siglo XVIII, solamente en Almarza, estaban censados 108 vecinos que se ocupaban de alrededor de tres mil cabezas de ganado lanar y trescientas setenta de cabrío. La importancia de Almarza radicaba en que por su término discurría la Cañada Real Soriana Oriental, y aunque no se dedicaban sus vecinos a la trashumancia como actividad principal, sus prados eran utilizados para los rebaños que discurrían, especialmente y para la zona, de La Póbeda y otras zonas de Tierras Altas. Por los pueblos que en la actualidad conforman su municipio, tuvieron propiedades nobles como los Vadillo, Guendulain, Medrano (que acabarían obteniendo el condado de Torrubia con casa solar en San Gregorio), Vinuesa, y otros, pese a que Almarza fue siempre de realengo.
Como capital de todo el Valle de Tera, llegó a tener, en el siglo XVIII, ocho molinos harineros, dos mesones, y “un hospital para el hospedaje de pobres mendigos transeúntes y amparo y socorro de los que llegan a él impedidos hasta la traslación a otros lugares”. (Catastro de la Ensenada).
En la actualidad agrupa a los pueblos de Cubo de la Sierra, Espejo de Tera, Gallinero, Matute de la Sierra, Portelárbol, San Andrés de Soria, Segoviela, Sepúlveda de la Sierra y Tera. Todos estos pueblos suman 626 habitantes, un tercio de los más de mil ochocientos que sumaban en 1950.
Por esos años cincuenta, y según el censo de industria conservado en el Archivo Histórico Provincial de Soria, contaba Almarza con dos molinos con saltos de agua, propiedad de Nemesio Gil. Otro molino, salto de agua y fábrica de luz, propiedad de Vicente Almarza. Un salto de agua propiedad de Pedro González. Y un molino de centeno, de Pedro García.

Feriantes, mercaderes y transeúntes podían alojarse en el parador de Carlos Jiménez, o en cualquiera de las cinco posadas, en las que figuraban como propietarios Angel Córdoba, Nemesio Gil, Cirilo Muñoz, Vicenta Gómez y Saturnino Gómez. O en la casa de huéspedes de Anastasia Gil San Martín.
Había también dos tabernas, de Cirilo Muñoz una y la otra de Luciano Hernández, y un café de Agustín Gil. Dos confiterías, una de la viuda de Félix Martínez y la otra de Victoriano Larrad. Amasadora y horno de pan de Benito Marín.

Los oficios registrados en el censo referido, eran los de hojalatería, Maximino Ruiz. Máquina de afilar tijeras, de Patricio Larrad. Sastre, Francisco García. Y carpintero, Julio Sanz. Expendedor de huevos. Venta de mantas, frutas, harinas y gasolina. Almacenes de madera y cereal. Quincalleros y ultramarinos, en fin, un pueblo donde se abastecían los habitantes de una extensa e interesante comarca.

De aquellos años, han mantenido el interés por su historia, que se ve reflejado, tanto en el mercado anual como en las tradiciones que todavía, año a año, recrean y festejan. El Traslado del Arca, el día de Reyes. La Romería de los Santos Nuevos, el primer domingo de julio. La procesión de las hogueras, el Viernes Santo. Mantienen también, en San Andrés, un magnífico museo etnológico.


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