Fuimos
a Montenegro de Cameros para ver y fotografiar la quema del Judas y, como todas
las veces que hemos ido a ese precioso pueblo de Cameros, el único que
permanece en la provincia de Soria, nos dirigimos en primer lugar al ahora
pequeño bar, antes lugar donde se podía comer o descansar. Nuestro propósito
primero, el que nos acompañó todo el camino, era saludar a la señora Isabel.
Y
nos sucedió como tantas otras veces, la señora Isabel ya no estaba, había
fallecido un año antes, nos dijo su hija, que lleva su mismo nombre. Siempre la
misma sensación, la de haber perdido una gran persona que albergaba la sabiduría
que había ido adquiriendo y la que le había sido transmitida oralmente.
Isabel
Soriano Gómez nos había atendido, tanto en persona como por teléfono, cada vez
que habíamos necesitado cualquier información, ya fuera sobre guisos típicos
(aquellas recetas de menestra y de cocido), ya sobre el esquilo, o los efectos
curativos de las hierbas. Y lo había hecho con la sencillez y la amabilidad que
muestran las personas mayores, sin darse siquiera cuenta de que gracias a ellas
los que venimos detrás podemos hacer nuestro trabajo, estudiar las costumbres,
mantener vivas las tradiciones, y escribir aquellas que han sido orales durante
siglos.
Gracias,
señora Isabel, por todo lo que nos aportó. Ver la quema del Judas fue muy
interesante, pero amarga por la ausencia de usted. Con su ida se ha apagado un
mundo completo de experiencias y sensaciones, de conocimientos que sabía
transmitir muy bien. La generación de usted fue la última que supo guardar la
esencia de un mundo rural autosuficiente, lleno de contenido y de valores.
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