Hará unos veinte años que visitamos Valdenebro por vez primera. El objetivo era el paraje natural donde numerosos manantiales dejan el agua en el río Sequillo, cerca de Boós. “Las Fuentonas”, “La Peñota”, el cañón del río y los enebros, dejaron recuerdo indeleble en nosotras. También recordamos el pinar de repoblación, la fuente y el paraje donde el obispo de entonces acudía a pasear, y las historias de pueblos perdidos –al parecer una quinta romana-, y un paraje, la “Pradera de las tazas”, cuyo topónimo, según nos contaron, se debe a la venta que hicieron de la tierra para adquirir unas tazas de plata en las que beber el vino en comunidad, costumbre ésta enraizada en la provincia de Soria, durante determinadas fiestas o hacenderas.
Volvimos y tuvimos ocasión de hablar con la señora Escolástica, ya fallecida. Ella nos contó de un guiso muy antiguo, en cuya forma de elaboración nosotras quisimos ver reminiscencias judías, se trata de “la olla de San Miguel”. Mucho antes de que la señora Escolástica nos dejara, se perdió esta olla, como también desaparecieron el pago de la cántara, el canto de las albadas, el pisar la uva en sus propios lagares y mojarse con el vino mientras las mujeres escamochaban las alubias, y tantas tradiciones que se esfumaron a la vez que la población marchaba en busca de otras formas de vida.
En esta tercera ocasión acudimos a la llamada del señor Cercadillo, quien organiza desde hace nueve años una velada poética, sin dejarse ver demasiado, un a modo de capitán Araña bueno, que se implica y luego desaparece dejando a los demás el protagonismo.
La 9ª Noche de Poetas, el 13 de agosto, tuvo lugar en el interior de la Iglesia de San Miguel. La vimos sobre un montículo, iluminada, protegiendo al pueblo quieto y limpio, perfumado de noche y resina. Es románica, tal vez construida cuando Valdenebro pasó a formar parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Osma. Se lee en la Enciclopedia del Románico que su estilo tiene influencias burgalesas. Se accede al interior por una portada de caliza blanca, y aunque era de noche, se aprecia el artesonado de madera, que la misma publicación data en el siglo XVI.
Este año de 2010 el poeta protagonista fue Pablo Neruda, se homenajeó a Miguel Hernández, por el centenario de su nacimiento, y se recordó a los recientemente fallecidos Miguel Delibes y José Saramago.
El acto, presentado por Sergio Calleja Muñoz, contó con una puesta en escena, dentro del marco de la hermosa iglesia, acorde con los dos poetas. En el presbiterio, delante del altar mayor, un fondo azul de mar para Neruda, y ante él, unas rejas para Hernández, rotas al pasar de un poeta a otro, por un Sergio irritado por la injusticia que supuso la muerte del poeta en las cárceles franquistas.
Poemas de los dos autores fueron leídos por personas del pueblo, dando al acto la sencillez, la calidez y el tono humano propios de todo evento que venga del pueblo y sea para el pueblo.
La iglesia, llena a rebosar, acogió un acto muy bien organizado, muy bien dirigido y mejor presentado. El atrio reunió a todas las personas allí presentes, para beber moscatel y comer pastas, condumio acorde, en su dulzor y espiritualidad, con los poemas escuchados.
Son actividades nuevas que, de consolidarse, como Valpoesía, en Valdanzo, acabarán convirtiéndose en tradiciones o costumbres, que vendrán a sustituir en unos casos, y a complementar en otros, las ya existentes en las tierras de Soria. Las noches sorianas son buen cobijo para estas iniciativas.
Volvimos y tuvimos ocasión de hablar con la señora Escolástica, ya fallecida. Ella nos contó de un guiso muy antiguo, en cuya forma de elaboración nosotras quisimos ver reminiscencias judías, se trata de “la olla de San Miguel”. Mucho antes de que la señora Escolástica nos dejara, se perdió esta olla, como también desaparecieron el pago de la cántara, el canto de las albadas, el pisar la uva en sus propios lagares y mojarse con el vino mientras las mujeres escamochaban las alubias, y tantas tradiciones que se esfumaron a la vez que la población marchaba en busca de otras formas de vida.
En esta tercera ocasión acudimos a la llamada del señor Cercadillo, quien organiza desde hace nueve años una velada poética, sin dejarse ver demasiado, un a modo de capitán Araña bueno, que se implica y luego desaparece dejando a los demás el protagonismo.
La 9ª Noche de Poetas, el 13 de agosto, tuvo lugar en el interior de la Iglesia de San Miguel. La vimos sobre un montículo, iluminada, protegiendo al pueblo quieto y limpio, perfumado de noche y resina. Es románica, tal vez construida cuando Valdenebro pasó a formar parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Osma. Se lee en la Enciclopedia del Románico que su estilo tiene influencias burgalesas. Se accede al interior por una portada de caliza blanca, y aunque era de noche, se aprecia el artesonado de madera, que la misma publicación data en el siglo XVI.
Este año de 2010 el poeta protagonista fue Pablo Neruda, se homenajeó a Miguel Hernández, por el centenario de su nacimiento, y se recordó a los recientemente fallecidos Miguel Delibes y José Saramago.
El acto, presentado por Sergio Calleja Muñoz, contó con una puesta en escena, dentro del marco de la hermosa iglesia, acorde con los dos poetas. En el presbiterio, delante del altar mayor, un fondo azul de mar para Neruda, y ante él, unas rejas para Hernández, rotas al pasar de un poeta a otro, por un Sergio irritado por la injusticia que supuso la muerte del poeta en las cárceles franquistas.
Poemas de los dos autores fueron leídos por personas del pueblo, dando al acto la sencillez, la calidez y el tono humano propios de todo evento que venga del pueblo y sea para el pueblo.
La iglesia, llena a rebosar, acogió un acto muy bien organizado, muy bien dirigido y mejor presentado. El atrio reunió a todas las personas allí presentes, para beber moscatel y comer pastas, condumio acorde, en su dulzor y espiritualidad, con los poemas escuchados.
Son actividades nuevas que, de consolidarse, como Valpoesía, en Valdanzo, acabarán convirtiéndose en tradiciones o costumbres, que vendrán a sustituir en unos casos, y a complementar en otros, las ya existentes en las tierras de Soria. Las noches sorianas son buen cobijo para estas iniciativas.
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