Un caluroso domingo de agosto, el día 22, dejaba de existir don Santiago Cabrerizo Abad, músico clarinetista.
De él escribió Norberto Francisco Moreno Martín, en “El sonido de la vida. Banda municipal de Música de Soria”. Su amigo, el maestro Manuel Castelló, de Agost (Alicante), le compuso un pasodoble con el título “Santiago Cabrerizo”. Y en la hora de las honras fúnebres, la prensa le ha dedicado palabras de elogio como profesional.
Don Santiago había nacido en El Burgo de Osma, en 1924, aunque muy joven se fue a vivir a Almazán, villa desde la que se trasladó a Soria. Toda su vida estuvo ligada a la Banda municipal de Música de Soria, donde entró de becario con diez años, y en la que permaneció hasta su jubilación, en mayo de 1984. Previamente, tal y como recoge Diario de Soria, se licenció en el Ejército como músico en Zaragoza, en 1947, momento en el que lleva a cabo las pruebas para solista en la Banda de Música de Soria.
El último año de su estancia en la institución fue su director, realizando un total de 26 conciertos bajo su batuta. Y bajo la de José Manuel Aceña se detendría en alguna ocasión bajo su ventana, algo más alta que la mía, para felicitar a don Santiago, o para saludarle.
Yo tuve la suerte de conocer a la persona, no al personaje. Durante veinticinco años, hasta el día de su muerte, he sido, y sigo siendo, su inquilina y vecina a la vez. La convivencia en un bloque de seis vecinos suele ser estrecha, pese a la discreción de Santiago y su familia. Por eso puedo decir que se ha ido un gran músico, un gran clarinetista, el director de la Banda de Música, el administrador de algunas asociaciones, como la de Caza y Pesca, pero también, y más importante para mí, una grandísima persona, un caballero, un hombre culto, melómano, apasionado de la lectura, impenitente viajero hasta hace unos años, junto a Josefina de León, su ya viuda, mujer que, como él, es poseedora de casi todas las virtudes, sin hacer alarde de ellas, porque le son innatas.
Nunca olvidaré su figura alta y fuerte, sentada delante de la ventana de su piso, o en el sofá con los cascos puestos escuchando música clásica. Él los dejaba sobre la mesa para pegar la hebra conmigo. O la vuelta suya a casa con la prensa bajo el brazo, cuando yo, tardía, salía por la misma puerta, y su invariable saludo “¿Qué pasa, Isabel?”, al vernos, y “Bueno, maja”, al despedirnos.
1 comentario:
Santiago Cabrerizo, como bien reconoce Isabel, fue, en lo que pude conocerlo, un caballero y un buen músico. Lo confirmo porque algo pude tratarlo al ser compañero de mi padre en La Banda Municipal, aquella vieja Banda de Música que, en vísperas de los sanjuanes, nos obsequiaba con la nueva sanjuanera, bajo la dirección de su director D. Francisco García -Don Paco-, desde el Árbol de la Música. Ya nos han dejado casi todos aquellos veteranos músicos, Don Paco, el viejo olmo... Un nuevo director, una renovada banda, un castaño... dan el relevo a los que se fueron, son los nuevos brotes de la vida. Hasta siempre, amigo Santiago.
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