Ya saben nuestros lectores que no acostumbramos a recomendar ningún lugar soriano donde dormir o yantar, salvo muy raras excepciones, es decir, aquellas en las que, desde nuestra experiencia, hallamos algo reseñable.
Este es el caso de La Ermita de la Puesta del Sol, en Barcebalejo. Y han sido varios los elementos reseñables que nos invitan a ocuparnos de este establecimiento. Uno de ellos es la ubicación del mismo, en un pueblecillo donde apenas moran una cuarentena de almas. Otro, el propio edificio, semejante a una venta de carretera en su exterior, y a un mesón de madera bruñida y horno de leña en el interior. Está casi pegado a la ermita de la Virgen de los Valles, y muy cerca del río Ucero, afluente que propicia las mejores verduras, hortalizas y legumbres de todas las tierras de Soria. Y otro más, y no por nombrarlo el último es el menos importante, el arrojo de una pareja joven, a punto de ser padres, quienes haciendo caso omiso de la crisis, han invertido sus ahorros en montar el establecimiento.
Cuando el cliente se sienta en la mesa a degustar un menú del día por nueve euros con cincuenta céntimos, ignora que le van a proporcionar manduca para dos, ya que las raciones son tan abundantes, que se recomienda pedir sólo la mitad, aunque se pague entera. El vino de frasca es joven y afrutado, suponemos que de la Ribera del Duero, donde se asienta el restaurante. Fácil de beber, vamos. Si el precio y las raciones ya sorprenden, hay que decir que los jueves sirven, por tres euros menos, es decir, seis con cincuenta, un cocido completo. Y para los que deseen degustar otras delicias de la tierra, como el cordero, avisamos que tienen un hermoso horno de leña, donde son asados.
Fue nuestro amigo, José Vicente Frías, quien nos señaló el restaurante, y Verónica Sanz Vitón, gerente, la que nos sirvió la comida. Son de El Burgo de Osma, y han escogido un lugar encantador para desarrollar la actividad y hacer felices a quienes acuden a su casa. Lo recomendamos con agrado.
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