“Donde veas reunión de trashumantes acércate, que son buena gente”, decía yo a alguien en Vizmanos. Isaías Calleja me estaba oyendo y respondió “por cualquier sitio que vayas deja buen rastrojo”. Así son los trashumantes, no hablan, sentencian.
Son serios los serranos, responsables y austeros. Ahora ya, jubilados casi todos, disfrutan recordando lo que, hasta hace no muchos años, era un trabajo sacrificado y duro. En extremo fueron considerados como señores de buena posición, en ocasiones nada más lejos de la realidad. Y, si por comparación con los braceros de extremo, parecían señores de los ganados, lo consiguieron lejos de cualquier comodidad, de cualquier atisbo de molicie, y lejos también de su familia.
El serrano, el pastor trashumante, conoce todos los secretos de los montes, de los bosques, de las hierbas silvestres, de la sal y del agua y, pese a no gustarle demasiado el oficio de agricultor, también conoce los secretos de la tierra. Pisa fuerte esos montes, las cañadas, cordeles y veredas que los recorren. Recuerda, por sus antepasados, que fueron los señores de los caminos cuando, en tiempos de la Mesta, gozaban de muchos privilegios, demasiados tal vez, vistos desde nuestra actual perspectiva. Pero los reyes se empeñaron en concedérselos porque en la base de ellos estaba el real comercio de la lana.
Los serranos son también tranquilos y apacibles. Su mirada pasa de los rebaños al cielo. Saben que dependen del agua para los pastos. No temen a las enfermedades, siempre y cuando no se trate de epidemias. Buscan el lado positivo de la muerte de un animal al despeñarse, con su carne se hará salado, o servirá para comerla en caldereta, y su piel será vendida.
El serrano trashumante tiene siempre a flor de labios una frase que será sentencia, como la de Isaías. Habla poco y dice mucho. Aprendió de la gente de extremo y les llevó ritos y tradiciones de la Sierra. Tal vez muchos no participaron de las fiestas del Sur, bulliciosas y extravertidas como sus habitantes, pero las veía con agrado y disfrutaba con ellas.
La reunión del domingo 24, en Vizmanos, fue una mezcla de trashumantes que cocinaban unas migas, como han hecho miles de veces a lo largo de su vida, y por otro, personas que, atraídas por la llamada de lo ancestral y ritual, les acompañaron.
Se trata de una actividad más que el Plan de Dinamización de la Mancomunidad de Tierras Altas lleva a cabo en esa región, cuando los árboles comienzan a desnudarse. Todo el pueblo, generoso, participa para que el acto sea agradable y la gente se sienta como en su casa.
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